domingo, 20 de abril de 2014

Lo Natural

A veces tan fuertes, y otras tan débiles... Las personas somos automasoquistas, sin quererlo nos hacemos daño por cosas que no deberían preocuparnos realmente, por seres que habitan en nuestras vidas es por lo que perdemos la cordura y se trastoca nuestra personalidad, desembocando en un inmenso océano de emociones sin sentido.
No se si bailar al compás de este ritmo que nos marcan es lo correcto, pero me estoy cansando y ya no puedo mantenerme en pie, ya no soy aquella niña que era y no volveré a serlo jamás. Pues cuando más de una persona te ha golpeado por el camino, tu armadura de piedra se va ensanchando y, cada vez, pesa más a cada paso que das.
Aunque sepamos que esa situación no nos lleva a ninguna parte, seguimos dictándole al corazón lo que debe hacer, dándole instrucciones para que corte la total conexión con el razonamiento, lo que hace que nuestra coraza se rompa y seamos vulnerables ante la circunstancia que nos rodea.
Volvemos a ser seres enclenques esperando el próximo golpe de aquella bola de cañón, cayendo al abismo infinito, donde todo se repite una y otra vez. Donde ya nada importa y todo desaparece en la penumbra, por lo que yo, frente al miedo, reconstruyo mi catedral impenetrable de piedra, de la cual nunca volveré a salir.
Sentir es parte del ser humano, pero realmente, a veces, desearía no hacerlo.

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