martes, 10 de diciembre de 2013

El dolor de amar

Todo empieza igual... La princesa, encerrada en aquella alta y lúgubre torre espera a aquel apuesto y altivo señor que la rescate y la haga prisionera de nuevo, pues según está dictado ella le pertenece.
Nunca entregará su corazón a alguien a quien verdaderamente ame, jamás conocerá el significado de perderse dentro de los ojos de alguien. Yo vi como de sus ojos una gota de desolación se derrumbaba ante todos, como con sus propias manos rasgaba las delicadas telas que embolvian su cuerpo y por supuesto vi como cayó al suelo exausta y sin aliento.
Cansada de la vida miserable al lado de un ser repelente que verdaderamente no estaba echo para ella. No se pertenecían, era demasiado evidente como para no verlo. Tan transparente como el velo más etéreo que existiera.
Desolada en aquella prisión de piedra su corazón se marchitaba y se rompía, pues ya había perdido toda esperanza de encontrar en la comisura de un labio aquel beso inesperado seguido de palabras sinceras y suspiros en la madrugada. Momento en el que cambió cuando dos destellos al alba se clavaron en sus ojos, ella empezó a perderse y él a su vez. Los amantes se encontraban y separaban cada día que pasaba, y se volvían a enamorar cada vez que se veían. Sus cuerpos se rozaban con la sutileza en la que una flor se abre por primera vez, bocas consumiéndose en silencio, manos entrelazadas como símbolo de amor eterno...
Maldito el momento en el que su amor se descubrió y decidieron huir, pues la hoja cortante y pulida del señor hizo que la cabeza de su amado rodara por en suelo. Mientras que ella fue hundida en el más profundo de los pantanos de la tristeza y volvió a su carcel de piedra lamentándose de haber amado alguna vez.