domingo, 18 de noviembre de 2012

Día de lluvia

El frío se apoderó de mi cuerpo, solo escuchaba el sonido que creaban mis zapatos al pisar los charcos. Realmente no sabía hacia dónde me dirigía, pero necesitaba cobijo...
La lumbre que inundó mi cuerpo la divisé allá a lo lejos. Nunca en mi vida había sentido ese bien estar, como el calor de una madre cuando abraza a su niño y le canta la más dulce nana para que sus ojitos se cierren, como el olor de la tierra mojada que invadía cada rincón de aquel lugar, pero sobretodo, era una luz que brillaba de tal manera que no pude evitar acercarme cada vez más a ella. No cesaba, ni se apagaba cuando la lluvia rozaba un ápice de su colosal brillo. Imposible no sentirse atraido por ella, la luz que me consumió, aquella que hizo que la lluvia cesara.

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